Un grupo de investigadores en Australia ha desarrollado un método para transformar el dióxido de carbono (CO2) en un material sólido, similar al carbón, un avance que podría revolucionar el enfoque mundial sobre captura y almacenamiento de este gas de efecto invernadero. La viabilidad de retirar y transformar el CO2 presente en la atmósfera se ha venido debatiendo durante más de una década en las reuniones internacionales sobre cambio climático y en los círculos académicos, pero no ha sido hasta estos últimos años cuando los primeros ensayos serios están comenzando a materializarse.
“Anteriormente el CO2 sólo se había conseguido convertir a estado sólido a temperaturas extremadamente altas, lo que lo hacía inviable a escala industrial”, señala el investigador de la Universidad RMIT de Melbourne Torben Daeneke, coautor del hallazgo cuyos detalles aparecen este martes en Nature Communications. “Pero gracias a los metales líquidos que hemos utilizado como catalizadores, demostramos que también es posible lograrlo a temperatura ambiente, en un proceso que es a la vez eficiente y escalable”.
Hasta ahora la investigación sobre técnicas de captura y almacenamiento de carbono se había centrado en la condensación de CO2 hacia una forma líquida, para después transportarlo e inyectarlo bajo tierra, o utilizarlo para producir combustibles. “En este tipo de proyectos, el líquido normalmente se entierra a un kilómetro de profundidad, en sitios similares a los que se encontraría petróleo o carbón en estado natural“, explica el profesor Juan Carlos Abanades, responsable del Grupo de Captura de CO2 del Instituto Nacional del Carbón (INCAR-CSIC). Pero los ensayos con este método suelen venir acompañado de una serie de dificultades técnicas, económicas y de seguridad medioambiental (por el riesgo de fugas).
Para conseguir esta reconversión del CO2 los investigadores australianos han diseñado un catalizador a partir de una aleación de galio no tóxico, con unas propiedades específicas, que activan el proceso y lo hacen extremadamente eficiente como conductor de señales eléctricas. El dióxido de carbono se disuelve en un recipiente que contiene una mezcla entre un líquido electrolítico y una pequeña cantidad de metal, que luego se carga con una corriente eléctrica. Así el CO2 se va deponiendo lentamente en escamas sólidas de carbono, que se desprenden de manera autónoma de la superficie del metal líquido, lo que permite una producción continua. “Aunque no podamos ir hacia atrás en el tiempo, hacer que el dióxido de carbono vuelva a ser carbono y poder enterrarlo después, es como retrasar el reloj de las emisiones“, afirma Daeneke.
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